Moscas perezosas se pasean por ahÃ,
el magistrado se pone los guantes
y mira las nubes
tan rosas y despeinadas,
tiene que haber unas huellas,
algún credo del demonio
inscripto en nuestras mentes...
Allá en los manglares
las gráculas religiosas lloran.
En las sombras de azufre
los barcos pesqueros flotan a la deriva
mascando carne resecada
en una casa de mala reputación,
el polvo de los opiáceos
y los pacientes sifilosos
en vacaciones de paquete turÃstico.
El miedo tiene un resplandor
que te atrapa como un farol.
Los puritanos se quedan mirando
(sus almas son fluorescentes).
La piel de un robot
vibra de placer.
Las matronas y los gigolos
hablan como borrachos en el porche,
sus ojos, como granadas,
inválidos y ciegos...
MOSCAS PEREZOSAS
Moscas perezosas se pasean por ahÃ, el magistrado se pone los guantes y mira las nubes tan rosas y despeinadas, tiene que haber unas huellas, algún credo del demonio inscripto en nuestras mentes...
Un juego detestable se desvanece en el aire. La vanidad de los esclavos, ¿quién quiere estar ahà para levantar la mierda, para enjaezar caballos muertos, para montar en el sol una vida de confesiones escritas en el polvo...?
Allá en los manglares las gráculas religiosas lloran. En las sombras de azufre los barcos pesqueros flotan a la deriva mascando carne resecada en una casa de mala reputación, el polvo de los opiáceos y los pacientes sifilosos en vacaciones de paquete turÃstico.
El miedo tiene un resplandor que te atrapa como un farol. Los puritanos se quedan mirando (sus almas son fluorescentes). La piel de un robot vibra de placer. Las matronas y los gigolos hablan como borrachos en el porche, sus ojos, como granadas, inválidos y ciegos...
Un juego detestable se desvanece en el aire. La vanidad de los esclavos, ¿quién quiere estar ahà para levantar la mierda, para enjaezar caballos muertos, para montar en el sol una vida de confesiones escritas en el polvo...?