• El sueño en el soliloquio «Ser o No Ser» de Shakespeare Shakespeare escribió de tal forma esta tragedia que destacó a los soliloquios, es decir, ese momento en que un personaje habla en voz alta, conversa consigo mismo. En cierta medida, el soliloquio hereda del coro un valor especial en el desarrollo de la trama. En Hamlet, el Príncipe de Dinamarca se suceden varios soliloquios. El príncipe pronuncia seis, todos notables. El soliloquio del Acto III, primera escena, es conocido con las iniciales: Ser o No Ser. Es sin duda la frase shakesperiana más conocida y utilizada del extenso léxico del poeta. El soliloquio ocurre cuando el alma del Príncipe pasa por gravísimos tormentos; en poco tiempo se ve abrumado. Para entender el hondo significado de este soliloquio es necesario tener presente la vorágine de tormentos que pesan en la mente del Príncipe, El «Ser o No Ser» es como un compás de espera en la mente de Hamlet. Siguiendo la norma de este ensayo, se ha tomado como base para este análisis una traducción especial, cercana lo más posible al texto shakesperiano: "Ser o no ser: esa es la pregunta ¿Es acaso más noble para la mente sufrir los golpes de honda y las flechas de una insultante fortuna o tomar las armas contra un mar de tormentos y, oponiéndose terminar con ellos? Morir: dormir; no más; y por un sueño decir que terminaron los dolores del corazón y miles de los conflictos naturales que son la herencia de la carne; es esto un término que devotamente deberíamos desear. Morir: dormir, dormir: tal vez soñar ¡Ay de mí! Este es el obstáculo; pues en ese dormir de la muerte ¿qué sueños pueden venir cuando nos hayamos despojado de nuestra mortal vestidura? He aquí la reflexión que hace penosa una tan larga vida ¿Quién soportaría los daños y desprecios de los años, la injusticia del opresor, la soberbia del hombre orgulloso, el tormento del amor despreciado, el retraso de la justicia, la insolencia de los funcionarios, la desestimación que el mérito paciente recibe de los indignos, cuando uno mismo podría provocar su quietud con un simple estilete? ¿Quién querría soportar cargas, gemir y sudar bajo el peso de una vida fatigosa si no fuera porque el temor de algo después de la muerte, ese país desconocido de cuyos confines ningún viajero regresa, desconcierta nuestra voluntad y nos impulsa a soportar aquellos males que nos afligen antes de volar hacia otros que no conocemos? Es así como la conciencia hace de cada uno de nosotros un cobarde; y así los matices primitivos de la resolución se oscurecen con la pálida sombra del pensamiento y las empresas de gran aliento, con estas consideraciones, tuercen su curso y dejan de tener nombre de acción". Le preocupa al Príncipe profundamente la nobleza del alma, lo cual para él ha sido algo constante en su vida. Hace muy poco. Sólo días o semanas, en rápida sucesión han caído sobre su alma toda suerte de desgracias que tienen a su ánimo atenazado por el dolor. Un sombrío infortunio se cierne sobre sus días. Si ubicamos este soliloquio en el marco del desarrollo de la tragedia, es un momento que representa una síntesis de su estado de ansiedad y de depresión. Su espíritu alterado atraviesa por un eclipse. Mas, la dignidad del Príncipe, su paso sereno, la clara inteligencia y la elegancia del lenguaje, están intactos. Está frente a un dilema: ser o no ser; someterse al infortunio o terminar con el mar de tormentos que lo rodean. Es una densa queja contra la atmósfera que lo envuelve. Nada es personal; no aparece ningún nombre, aun cuando sabe de dónde, de quiénes surge su desgracia. Enumera sí, en un orden muy lógico, estas circunstancias, que aparecen como una estampa de la sociedad, en sus aspectos más destacados. Acude varias veces a la muerte y al temor de volar a un país desconocido, del cual nadie regresa. Todo es angustia, temor, espanto. Junto a la idea de muerte y al hecho de morir, el poeta se refiere al sueño: ¡morir, dormir; dormir: tal vez soñar! Es el sueño que imita a la muerte lo más trágico atribuido al sueño. No es el acto fisiológico que repara las fuerzas y tranquiliza la mente agitada. No; es el estado que más se parece a la muerte. Esta íntima unión de la idea de la muerte con el sueño es la más depurada esencia de su ansiedad. La mente nublada del Príncipe, en un silencioso acto de desesperación, ve la muerte y al sueño como muy unido. Extraído de "La medicina en la obra de William Shakespeare", escrito por Alejandro Garretón Silva, Editorial Universitaria. Análisis de este soliloquio Author: Azathoth Vurf Mi análisis de este soliloquio es que Shakespeare se ve en un dilema universal: vivir o no vivir. De cierta forma el Poeta es estoico, o trata de serlo, pues sabe que la vida no es fácil y nunca lo será. No obstante, la mayoría de la humanidad se afana por soportar esa espera sufrible de la muerte, y a la vez Shakespeare es autocrítico y se burlar de ello: sé que moriré, pero finjo que no me importa. Luchar o no hasta el final es la interrogante. Hamlet se da cuenta que el sueño es lo más parecido a la muerte, porque es un estado donde lo racional deja en parte de serlo para convertirse en fantasía y tranquilidad incontrolable debido al instinto necesario de dormir de los humanos. Pero que quizá la muerte es eso sólo un sueño, un estado de reposo eterno o no. Además Shakespeare critíca la vida que llevan los seres humanos: la mayor parte de nuestra vida en la tierra la pasamos duemiendo, digamos 65% (si lo pensamos bien contemos cuánto es el tiempo que dormimos), pero que no nos damos cuenta, pues lo asociamos (justificamos) a nuestro instinto primario, después de la comida. Que en cierta forma deberíamos aprovechar esta vida que llevamos, que deberíamos mejorar el ritmo que llevamos en la actualidad. Sin embargo, lo podemos ver desde el punto de vista existencialista ateo: ¿vale la pena vivir esta vida? ¿será bueno finjir que esta vida es buena a pesar de sus dificultades? ¿hasta que punto somos capaces de soportarlo y si va influir a la larga en nuestra individualidad y libertad primaria? Copyright © Azathoth Vurf, 1994-2005. El contenido entregado es propiedad del autor, excepto donde se indique la propiedad, derechos de copia o marca registrada de terceros. 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